Bogotá es una de las capitales latinoamericanas que ha demostrado que, sin aumentar el pie de fuerza policial, ha ido mejorando sustancialmente la protección de los derechos humanos, empezando por el derecho fundamental de la vida. Ello es visible en indicadores como el número de homicidios, cuya tasa comparativa se establece anualmente con relación a cada 100.000 habitantes. Mientras que en el conjunto del territorio colombiano la tasa de homicidios anual es todavía cercana a los 40, en Bogotá está por debajo de los 20 homicidios. Esto es un magnífico logro para una ciudad que además de ser la más habitada de Colombia, es el mayor punto de confluencia de diferentes culturas y le ha tocado asumir el cuidado de miles de desplazados y de reincorporados provenientes de distintos fenómenos de violencia de todas las regiones del país. También es destacable el desarrollo de la gobernabilidad en una ciudad donde ni el paramilitarismo ni la guerrilla pudieron erosionar la soberanía popular. Con todos los defectos que tiene nuestra democracia representativa, Bogotá sigue siendo un ejemplo de independencia con relación a las fuerzas violentas y antidemocráticas.
El 28 de enero de 1918,Ole Kirk Christiansen abrió un
negocio de carpintería en Billund, y se ganó la vida construyendo casas y
muebles para granjeros de la región con la ayuda de un pequeño equipo de
aprendices. Su taller fue quemado en 1924. Ole Kirk tomó el desastre como la
oportunidad de construir un taller mayor, y se dedicó a ampliar su negocio.
Intentando encontrar formas de minimizar sus costos de producción, Ole Kirk
comenzó a producir versiones miniatura de sus productos como ayuda de diseño.
Sus escaleras en miniatura y tablas de planchar fueron las que lo inspiraron a
producir juguetes.